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Carisma agustiniano


Desde sus raíces históricas, la Orden adquiere los elementos esenciales que constituyen su carisma: sus principios fundamentales procedentes de la concepción monástica del Obispo de Hipona, sus raíces eremíticas, sus nexos peculiares provenientes de la intervención realizada por la Sede Apostólica y su condición como Orden Mendicante. Estos elementos se fundieron de tal manera entre sí que constituyen la esencia misma de nuestra fraternidad apostólica.

A lo largo de nuestra historia, basada en la doctrina de San Agustín, y en plena consonancia con nuestras raíces eremitas, podemos constatar una dimensión contemplativa, que debe ser entendida, respetada y aceptada como componente de la tradición agustiniana.

El fundamento de la vida agustiniana es la vida en común, en la cual todos los hermanos donándose a sí mismos, van construyendo el camino hacia Dios en el servicio a los demás y en la comunión de todos sus bienes, perfeccionando sus valores personales con la gracia divina. Así reflejan en su vida el misterio trinitario y eclesial, anticipando ya en la tierra la realidad que esperan para el futuro en la Casa Común.

La fraternidad en la Orden debe manifestarse singularmente en la igualdad de todos los hermanos, superando las distinciones procedentes de privilegios, situaciones sociales o económicas.

La comunidad para el agustino no se limita a la casa donde vive, o a la Circunscripción a la que pertenece, sino que nuestra familia es la Orden. Como tal, la Institución y los Hermanos estarán al servicio de la Iglesia Universal.

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